Mi historia

Nací rodeada de montañas, con aire puro y agua que llegaba desde el monte a través de las acequias (canales) que mi papá construyó; por allí sólo pasábamos nosotros y los animales. La única luz nocturna eran las velas y el fuego de leña para hacer los “frisoles, el chicharrón, el huevo y calentar la mazamorra”; eso no era muy tarde, a las7 pm ya estábamos listos para ir a dormir, o a acabar de hacer las tareas de la escuela “a punta de vela”

Diría que a unos 8km de distancia de mi casa quedaba la escuela, yo con 6 años ya recorría esa distancia corriendo a todo dar y con la olla llena arroz, la carne, el huevo y las tajadas de plátano maduro, bien agarrada a mi mano para almorzar al mediodía con mis hermanos. Ellos llevaban el agua-de-panela con leche y las arepas; llegábamos casi con la campanada de entrada, bien justos…

Junto a los otros niños de la escuela, la vuelta a casa era todo una diversión; podíamos rodar por las montañas envueltos en las ruanas que cargábamos por si llovía o subíamos a cualquier árbol en busca de frutas; no se escapaban, las guayabas, ni las cocodrilas (fruta de la pasión).. que delicia! Tampoco se escapaba el poquito de arroz que nos quedaba del almuerzo, ja,ja;  todos los niños metían la mano a la olla y sacaban su puñado de arroz y a comer😊

Sé que mi madre cuidó a rajatabla su “dieta”, así se llamaba cuando las mamás tenían el bebé. El cuidado era especial por los siguientes 40 días. Ella criaba al menos 40 gallinas para estar bien alimentada y poder dar al bebe buena leche.

Todos los 10 hijos que tuvo mi madre, excepto por el único que nació en el hospital del pueblo, recibimos el mismo ritual, nacidos en casa y tomando la mejor alimentación de mi madre, ¡bonito verdad!

Mi papá y mi mamá querían unos hijos bien “alentados” así decían ellos. además, bien fuertes para los trabajos que demandaba el campo.

Siempre tuve una relación bonita con la comida, el deporte y la salud. Sin conocer nada ya dejaba los “bultos” de arroz y las arepas de maíz, que cultivaba mi papá; y como empecé a entrenar atletismo, intuitivamente elegía lo que más me ayudara a ganar las medallas y los trofeos que había como premio. Puedo estar segura de que fue muy importante esa alimentación de casa, animales al aire libre y cultivos tradicionales, además, aquel entorno los que potenciaron mis capacidades atléticas; ¡gané casi todas las competencias en aquella época! ¡Ya estábamos en la ciudad, por cierto!

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